Opinión

Suiza, el fútbol y la migración

04 de julio de 2024

Desde hace ya algunos años me confieso fanático de la selección de fútbol de Suiza. En mi opinión se trata de uno de los equipos más consistentes en el fútbol contemporáneo.

A partir del Mundial de 2014, se inició un proceso que ha visto a Suiza clasificarse para octavos de final de las últimas tres Copas del Mundo, y a octavos de final en la Eurocopa de 2016 y a cuartos de final en las últimas dos Eurocopas (2020 y 2024), con la posibilidad de acceder, este sábado, a su primera semifinal en este torneo. Uno de los artífices de tal éxito es Vladimir Petkovic, director técnico del equipo de 2014 a 2021. Petkovic es bosniaco, oriundo de Sarajevo y naturalizado suizo, quien también lideró al combinado suizo a las finales de la liga de naciones de la UEFA {Union of European Football Associations] en 2019.

Ahora, el equipo es dirigido por el suizo de descendencia turca, Murat Yakin, quien fue defensa y capitán del Basilea. Yakin continúa la estela de Petkovic, con muy buenos desempeños en el Mundial de 2022 y la actual Eurocopa.

Sigo al equipo de Suiza a partir de la épica que protagonizaron Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka en el Mundial de 2018, eliminando con sus goles a Serbia (2-1) y celebrando cada uno de ellos gesticulando el águila bicéfala que acompaña el emblema nacional albano. Tanto Shaqiri como Xhaka son de origen albanokosovar y albano, respectivamente. El equipo y la fanaticada serbia se han distinguido por posturas supremacistas en contra de Kosovo y de Albania. La épica sería por partida doble pues en el Mundial de 2022, Suiza le repitió la dosis a Serbia, esta vez con una victoria 3-2, y con Shaqiri anotando uno de los goles suizos. La victoria de 2018 estuvo cargada de especial significación pues varios de los jugadores que tomaron parte en el partido, como Shaqiri (albanokosovar), Behrami (albanokosovar), Xhaka (albano), Dzemaili (albano), Seferovic (bosniaco), Gavranovic (croata bosniaco) y Drmic (croata bosniaco), y su entrenador Petkovic (bosniaco), tienen todos raíces en etnias perseguidas por los supremacistas serbios.

Lo fascinante del equipo suizo es que la épica de 2018 es sólo un ejemplo del exitoso ejercicio de integración de migrantes en Suiza, pues como comunidad de acogida han armado un equipo de fútbol con un mosaico cultural impresionante. Solo es necesario revisar las principales figuras de la selección suiza en la Eurocopa 2024, para constatarlo. Rubén Vargas es de descendencia dominicana, mientras que el veterano Ricardo Rodríguez tiene raíces chilenas. El componente latinoamericano se conjuga con el africano, el cual incluye al central del Manchester City, Manuel Akankji de padre nigeriano; el delantero del Bologna, Dan Ndoye con ascendencia senegalesa; o al goleador del Mónaco, Breel Embolo, oriundo de Camerún.

Liderados por el capitán Xhaka, todos estos miembros del equipo suizo comparten una peculiaridad, terminaron accediendo a la nacionalidad y jugando para la selección suiza porque, en los países de origen de algunos de sus progenitores, las circunstancias eran tales que les forzaron a emigrar. Ya fuesen estas dictaduras, países con inestabilidad política continuada o en medio de conflictos armados, es difícil imaginar la conformación de un equipo como el que hoy representa a Suiza sin el maridaje cultural que la comunidad de acogida facilitó.

En momentos en los que se promueve el populismo migratorio, los cierres de fronteras en múltiples latitudes, las deportaciones masivas y la xenofobia, el equipo de Suiza le envía un poderoso mensaje al mundo, pues nos enseña una de las caras exitosas de la migración, una en la que la multiculturalidad y la acogida de los migrantes en condición de vulnerabilidad pueden llevar a grandes conquistas futbolísticas que a la postre pueden unir aún más a un país.

* El autor es abogado y profesor de derecho internacional.

Contenido Patrocinado
TE PUEDE INTERESAR