Ritos de iniciación y una vida paupérrima, radiografía del pandillero
En total 168 pandillas operan en el país, la más grande de ellas, Bagdad, con células en Panamá Oeste y en la capital
El pandillerismo secuestra conciencias a través de la falsa promesa de una vida mejor. Información del Ministerio de Seguridad identifica 168 pandillas en Panamá. Bagdad, la más grande de ellas, opera como una empresa multinacional, con células en Chepo, Tocumen, Mañanitas, San Joaquín, Pan de Azúcar, Nueva Libia, Boca La Caja, El Chorrillo, Veracruz, La Chorrera y Arraiján, de acuerdo al informe oficial. Responsables de muchos de los homicidios que se registran en el año, pero no los únicos. Sinaloa (especialistas en sicariato), Rg4L, Killas y Kalor Kalor también siembran el terror.
Cabecillas
Bagdad nace en Calle 25, El Chorrillo, originalmente llamada Niños del Silencio. Pero no se puede hablar de Bagdad sin mencionar a su cabecilla, quien fuera uno de los hombres más buscados, Jorge Rubén Camargo Clarke, alias Cholo Chorrillo, extraditado en 2023 a Estados Unidos. Cholo Chorrillo pertenece a una élite criminal cuyo poder trascendió las fronteras del país. Esta lista la completan Carlos Enrique Candanedo, alias Chino (líder de la pandilla El Trebol), Ismael Cueto (Trébol 300), Eduardo Macea, alias Marshall (RG4L) y Jaime Powell, alias Yunya (Los Killas), todos condenados.
Barrios asediados por pandilleros muchos, pero Calidonia y Curundú marcan la pauta. Allí operan clanes como Yao Yao, Cofos, Evolution, Niños Homicidas, Niños Nocturnos, Putos Ganster, Niños Sicarios, Los Cris Cros, Ak-47 y Scarden Crew.
Ritos de iniciación
El rango es amplio, desde cortes de cabello hasta el asesinato por encargo, todo con tal de probar la pureza del aspirante, explica el capitán Sergio Melara, de la Dirección Nacional de Investigación Judicial (DIJ). “Hemos tenido confesiones de integrantes de que no matan por dinero, sino matan por amor”, dijo Melara. Para las pandillas no hay edad mínima de ingreso. Se han identificado a jóvenes de 14 años reclutados por estas organizaciones. Pero ingresar a una organización criminal podría ser más fácil que salir de ella.
-¿La pandilla permite que un miembro abandone el grupo?
Melara: “Muchas veces, sí. A veces, no”.
-Algunos utilizan la vía espiritual, ¿eso funciona?
“Muchas veces ayuda a las personas, a que conociendo el camino de Dios pueden reintegrarse a la sociedad como pastores de iglesia”.
Una vida paupérrima
La estructura tradicional de una pandilla está conformada por un cabecilla principal (financiador), el segundo cabecilla (coordinador) y el resto de los integrantes (sicario, vendedor de droga, los que ejecutan robos y extorsión, etc.). El nivel de responsabilidad determina la escala salarial en el mundo empresarial, pero aquí la distribución de los ingresos es poco o nada equitativa, así lo confirma Sofía Carreño, fiscal de Asociación Ilícita y Pandillerismo. “Cuando uno va a los allanamientos (en barrios populares) y uno ve cómo viven esos miembros de las pandillas, usted dice: “¡Dios! ¿Eso es vida realmente? Yo estoy matando, estoy traficando drogas para seguir viviendo en condiciones infrahumanas”. Hacinamiento, aguas negras y olores fétidos, así describe la fiscal el hogar promedio de un pandillero común y corriente.
ML | “A raíz de la matanza de la cárcel surge la pandilla Afganistán, que son rivales de Bagdad”, confirma Sofía Carreño, fiscal de Asociación Ilícita y Pandillerismo. Aquí el patrón de nombrar a las pandillas con el nombre de zonas en conflicto se repite. En esa misma línea figura Los Chacales de Nuevo Detroit-Sinaloa. También están las abreviaturas, tal es el caso de RG4L (Real Gangsta for Life), HDM (Hijos de Martinelli), NTF (Niños de la Tumba Fria), NTR (Niños Traviesos), TFL (The Five Love) y NTB (New Ton Boy).
ml | La primera pandilla judicializada en Panamá fue Los Sopranos, en el 2004, esto quiere decir que miembros de la organización fueron llevados ante un juez con las pruebas de su actividad delictiva. Sin embargo, la delincuencia organizada tuvo su origen a final de la década de los 80 e inicios de los 90, relata el capitán Melara. En aquella época surge el Clan Agua, un grupo de personas “que aprovechaban las inundaciones para cometer robo a los que iban en los vehículos que se quedaban varados”. Han pasado más de treinta años desde las fechorías del Clan Agua. Hoy se contabilizan 1,500 pandilleros en distintos centros penitenciarios del país. La cifra se triplica en las calles.