Editorial

EDITORIAL: Transparencia, fortaleza de la democracia

02 de octubre de 2019

Las obras públicas son posibles porque se hacen con recursos aportados por los ciudadanos, vía contributiva. Esto hace que las mismas pasen a formar parte del patrimonio del Estado, sin que ningún gobierno u otro gestor pueda reclamar sobre ellas propiedad alguna.

Bien conocida es la práctica de administraciones de dejar en el abandono obras iniciadas por su antecesora, alegando la razón que sea, o la mayoría de las veces solo por desairar al adversario de turno.

Tan absurdo como esto es criticar al sucesor por dar continuidad a lo que se dejó iniciado, reclamando sobre esto una paternidad exclusiva, como si lo hecho solo hubiera consumido recursos personales.  También hay los gobernantes que no dicen nada acerca de lo que ven a su llegada por creerlo políticamente incorrecto.

Como sea, la comunidad debe saber la condición en que el nuevo gobierno recibe o encuentra obras de interés público, terminadas o no, ya que los contribuyentes tienen derecho y necesitan conocer qué uso se dio a sus impuestos.

Así lo entiende el presidente de la República al afirmar que durante su gestión estos temas serán tratados con la apertura y la transparencia que exige una rigurosa rendición de cuentas a la ciudadanía. El ejemplo debe ser seguido por los titulares de todas las instituciones del estado.

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