Entre el odio y la ineficiencia

Luego de un lustro donde  el Ministerio Público estuvo enredado en un marcado proceso mediatizado, el que incluso surgieron razonables dudas sobre si era en realidad o no “el brazo ejecutor del sistema de seguridad nacional” del Estado, pareciera que ahora estamos en un laberinto de confusión e incertidumbre. 

El nuevo gobierno ha dado muestras de reconocer su plena independencia, como debe ser, para que el sistema funcione sin la presión de nadie y se puedan corregir los errores del pasado reciente. Sin embargo, en algún punto ni la alta dirigencia de la entidad ni quienes la rodean, pareciera que han entendido lo del “nuevo rumbo”.

Es lamentable que la procuradora Kenia Porcell esté enredada en un negativo debate público contra quienes cuestionan su trabajo, en vez de comenzar a demostrarle al pueblo panameño que está dispuesta a “trabajar” en la dirección correcta, eliminando la “justicia selectiva”. Esto es grave y poco inteligente.

No creo, y lo digo con la mayor honestidad, que ni ella como responsable principal de la entidad a su cargo, ni sus subalternos, encargados de que el país viva de una justicia plena, hayan realizado su mejor trabajo.

Hay muchas interrogantes pendientes de una respuesta. Los más sonados casos de corrupción que vive el país desde hace diez años, parecieran gozar de impunidad, demostrándose que en algunos se ha evadido la investigación plena y en otros sus fiscales han sido el punto más débil del sistema, ya sea por incapacidad o negligencia.

Lo que nos debe preocupar ahora, es que mientras se elude responder una serie de interrogantes, ahora pretenden usar como venganza “el martillo de la justicia”, en vez de recapacitar o simplemente recoger sus bártulos y renunciar.

El país y sus asociados merecemos mejor suerte. Y en esa tarea de recuperar lo perdido no podemos cruzarnos de brazos en demostración de debilidad y cobardía. 

 Euclides Corro 
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 * El autor es periodista.