En las dos últimas elecciones presidenciales y generales, el electorado ha enviado mensajes, cada vez más claros, de su rechazo a las malas prácticas de la política, al clientelismo, el juega vivo y la maleantería. La corrupción reduce la eficacia de la democracia y esclaviza a los ciudadanos, que en esas circunstancias se acostumbran y justifican las dádivas y limosnas que produce la renuncia a la esencia de los derechos ciudadanos. Tendremos un mejor país e instituciones sólidas, con educación de calidad, ética en el ejercicio de los cargos públicos, y también, certeza de una justicia imparcial...